sábado, 27 de septiembre de 2008

RECORDANDO LA LUCHA DEL 68

A unos dias de el aniversario de la matanza del 2 de octubre en tlateloco es conveniente situar el contexto historico de este movimiento con el fin de no olvidar que el detonante para una lucha social es la juventud que persigue sueños recordemos la consigna francesa " pidamos lo imposible" aunque algunos autores minimizan el movimiento del mayo frances como una revuelta estudiantil, revolucion cultural etc. que contamino por decirlo asi a todo el mundo fue un ejemplo que paralizo al gobierno frances mediante LA HUELGA GENERAL donde el obrero, el estudiante el desempleado el pueblo en si marcharon hombro con hombro para lograr metas comunes . en mexico se ha tratado de ocultar este capitulo que marco con sangre a la sociedad mexicana y a la fecha no hay culpables .


ANTECEDENTES HISTORICOS DEL 68
Los antecedentes de la revuelta
Pese al impacto global que tuvo la explosión del 68, es indudable que fue en Francia donde tuvo mayor resonancia tanto por la dimensión política que adquirió la radicalización estudiantil como, sobre todo, por la confluencia que se produjo entre ésta y la huelga general de la que fue protagonista la clase obrera.
Pero el detonante estrictamente universitario se había estado fabricando antes. El año 1966 había sido ya testigo de la primera iniciativa ejemplar de un grupo de estudiantes de la Universidad de Estrasburgo, vinculado a la Internacional Situacionista, que había ganado las elecciones a la dirección de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF). Su primer manifiesto, titulado Acerca de la miseria en el medio estudiantil, considerada en sus aspectos económico, político, psicológico, sexual y sobre todo intelectual y sobre algunos medios para poner remedio a ella, circularía rápidamente por las Universidades francesas y se convertiría en una expresión común de denuncia de las condiciones del estudiantado en la sociedad capitalista, empleando un nuevo lenguaje y buscando soluciones imaginativas que evitaran reproducir los viejos discursos institucionales.
La política global, la universitaria y la vida cotidiana aparecían en sus escritos como algo estrechamente unido y sometido a una crítica subversiva que encontraría gran eco entre los estudiantes. Asimismo, dentro de esa reinterpretación de las sociedades del bienestar las primeras obras de Guy Debord y Raoul Vaneighem, también situacionistas, contribuirían a la difusión de un descontento que luego se transformaría en sentimiento generalizado. Junto a ellos, Henri Lefebvre, con su crítica del nuevo orden urbano, o Bourdieu y Passeron, revelando documentadamente la crisis de la condición estudiantil, conectarían igualmente con el malestar juvenil.
Paralelamente a esta vertiente más cultural, ya en Francia se estaba desarrollando un potente movimiento de solidaridad con la lucha anticolonial en Argelia y se producía en el año 66 una profunda crisis en la Unión de Estudiantes Comunistas, de la que surgirían grupos de izquierda radical (las Juventudes Comunistas Revolucionarias y la Unión de Jóvenes Comunistas Marxistas-Leninistas), que tendrían una notable presencia en la revuelta del 68 y en el período posterior.
Fermentos similares se gestan en otros lugares a partir de la lucha por la libertad de expresión en las Universidades norteamericanas (el Free Speech Movement de Berkeley, constituido en diciembre del 64, es su punta de lanza) y, sobre todo, de la solidaridad con Vietnam, iniciada también en Estados Unidos en la primavera del 65 desde la Universidad de Michigan, y extendida luego a numerosos centros en la República Federal de Alemania, Gran Bretaña o Italia.
En el 67, es el movimiento de ocupación de las Universidades el que adquiere auge en Italia, mientras que en Alemania se fortalece la oposición extraparlamentaria y se proclama una Comuna Estudiantil en Berlín. En Inglaterra se producen reformas que son reflejo del cambio cultural en marcha, como son la legalización del aborto y la derogación de las leyes que penalizan la homosexualidad; en julio se publica un manifiesto exigiendo la legalización de la marihuana. En Irlanda del Norte, un movimiento a favor de los derechos civiles emerge con fuerza.
Dentro de esta nueva ola de activismo, llega en octubre la noticia de la muerte de Ernesto Che Guevara, que recorre el mundo y le convierte definitivamente en un mito para la juventud occidental. El Che es visto como un modelo de revolucionario que lucha contra el poder, que ha renunciado luego a él y que ha estado dispuesto a dedicar toda su vida a la construcción de un hombre nuevo.
Cambio de época
Pero es en 1968 cuando las expresiones de la revuelta se suceden y se extienden por todas partes. Los grandes hitos internacionales serían la ofensiva del Têt en Vietnam, el mayo francés, el agosto checoslovaco y el octubre mexicano. Pero en medio y en relación estrecha con todos esos acontecimientos, lo que se está produciendo es la construcción social de una subjetividad común y compartida por muchos jóvenes de todo el mundo.

ANTECEDENTES DEL 68 EN MEXICO

El largo y tardío 68 mexicano x Manuel Aguilar Mora El 2 de octubre de 1968 una cortina de balas y metralla represiva aplastó al movimiento de protesta estudiantil mexicano, dejando un saldo de 300 a 500 muertos
En el libro The Sixties in Pictures [Los sesentas en fotos] (Parragon Books, Bath, 2007), las fotos correspondientes al momento cúspide de la famosa década, el dramático y portentoso año de 1968 incluyen, entre otras, conocidas imágenes de la guerra de Vietnam, espectaculares instantáneas de los acontecimientos del mayo francés así como de la primavera de Praga y de su terrible epílogo, la invasión soviética a Checoslovaquia. No podían faltar los momentos terribles capturados para siempre de los dos líderes estadounidenses asesinados ese año Martin Luther King y Robert F. Kennedy. Hay también fotos de acontecimientos en México. Son de los Juegos Olímpicos realizados en la capital del país. Están las de los tres atletas negros que impusieron records: la de Bob Beamon con el salto más largo hasta entonces (a pesar -o debido- que la noche anterior había hecho el amor con su esposa) y ante todo la más famosa de los dos veloces corredores de 200 metros, Tommie Smith y John Carlos, quienes al recibir las medallas se hicieron mundialmente célebres levantando el puño del saludo del Partido de los Panteras Negras. Y a pesar de todo, el libro se queda corto al omitir de sus páginas otros acontecimientos tan importantes como los abajo mencionados.
Sólo unos días antes a esos Juegos Olímpicos en el centro histórico de esa misma ciudad de México, había tenido lugar un hecho mucho más relevante de la historia de ese año, al cual el libro no dedica ni un renglón. En efecto, se trata de la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 cuando con una cortina de balas y metralla represiva se aplastó al movimiento de protesta estudiantil mexicano, dejando un saldo que todavía hoy no se precisa (los cálculos que se hacen van de 300 hasta 500 muertos).
Y sin embargo, el movimiento estudiantil-popular mexicano, como se le definió desde muy pronto, fue una de las partes integrantes características de ese año luminoso y trágico a la vez que fue 1968.

La hora del México priísta

México en los años sesentas y setentas atravesaba por los años dorados del priismo triunfal. Fueron los años del largo “crecimiento económico con estabilidad”, de un auge del capitalismo mexicano que le daba un margen de maniobra relativamente importante ante el poderoso vecino, todavía dominado por las fórmulas keynesianas. Pero fueron también años en que la mano dura de los dos presidentes más represivos del PRI (Partido Revolucionario Institucional) Gustavo Díaz Ordaz y Luís Echeverría se impuso desde 1958, cuando el primero era el secretario de Gobernación y después en 1964 presidente de la República hasta 1970-76 cuando el segundo lo sucedió en dicho cargo.
Movimiento tras movimiento de los trabajadores ferrocarrileros, petroleros, telefonistas, telegrafistas, siderúrgicos, de la salud y de la educación fueron sistemática y cruelmente reprimidos durante esos largos años: muchos muertos (fue tristemente célebre el asesinato del líder campesino Rubén Jaramillo y su familia), las cárceles llenas de presos políticos, una feroz represión contra las manifestaciones de protesta, constante acoso y persecución de los líderes y activistas democráticos y revolucionarios, etc. Es en ese periodo que se insertó el movimiento estudiantil de 1968 y fue también dura, durísimamente reprimido por la intransigencia y el despotismo celebérrimos del presidente Díaz Ordaz.

México era el país de la “dictadura perfecta”, como famosamente definió Mario Vargas Llosa al PRI-gobierno. Cada seis años se realizaban las elecciones presidenciales y el nuevo presidente era el sucesor escogido por el presidente saliente: fue una sucesión perfecta que duró ochenta años. La oposición era una simple decoración y cuando no aceptaba serlo acababa en la cárcel o salvajemente reprimida, como en 1968. Todo parecía que el movimiento estudiantil de ese año correría la misma suerte que los anteriores movimientos reprimidos sin consecuencias. No fue así, por dos razones principales: una nacional y otra internacional.
La nacional se debió a la reacción política estudiantil y la internacional a la identificación del movimiento con la lucha de los jóvenes y los estudiantes de otros países contra el imperialismo y en general contra los despotismos gubernamentales.
La marca que dejo el movimiento estudiantil, fue mayor, más duradera y definió un antes y un después de la política mexicana. Desde un principio se definió como un movimiento político. Los estudiantes no salieron a la calle a exigir más becas, mejores docentes e instalaciones, o sea, no salieron a las calles a exigir demandas gremiales. Salieron a gritar y demandar ¡alto a la represión! y a exigir la democratización de México.

Dos procesos en marcha

El 26 de julio, fecha del inicio del movimiento dos procesos se combinaron en el medio estudiantil movilizado que produjo un auténtico “salto cualitativo”. La vanguardia política estudiantil festejaba ese año, como lo venía haciendo desde 1960, el triunfo de la revolución cubana con una manifestación que se organizaba en el sur de la ciudad. Pero los aires de ese día anunciaban cosas nuevas. Esa vanguardia era la misma que había forjado un movimiento contra la guerra de Vietnam, duramente reprimido en 1966 cuando los granaderos que protegían la Embajada de Estados Unidos arremetieron contra los protestantes. El mayo francés había sido seguido atentamente por sus miembros. En el medio de los “grupúsculos” estudiantiles crecía y se multiplicaba la crítica a los métodos burocráticos en general, no sólo estalinistas. Fermentaba en estos sectores el surgimiento de una nueva vanguardia revolucionaria, por primera vez en México independiente del tradicional Partido Comunista Mexicano (PCM). Fue el factor que contribuyó a que el movimiento estudiantil mexicano se identificara con la causa democrática e internacionalista de los demás movimientos estudiantiles del mundo.
El otro proceso específicamente nacional fue el de la represión, salvaje, brutal con la que días antes a ese 26 de julio la policía de la ciudad sometió a los estudiantes de varios planteles del Instituto Politécnico Nacional (IPN), con motivo de un pleito callejero baladí entre estudiantes de diversos planteles. El IPN es la segunda institución más grande de educación superior después de la UNAM, las cuales se había convertido para ese entonces en “instituciones de masas”. (La UNAM contaba con más de 200 mil estudiantes y el IPN con más de 100 mil). Precisamente ese viernes 26 de julio los estudiantes politécnicos, furiosos por la escandalosa represión (los granaderos habían ingresado a las aulas y habían matraqueado incluso a maestros impartiendo cátedra) organizaron una nutrida manifestación con la intención de presentarse ante el Palacio Nacional a protestar ante el propio presidente de la República. Cientos, miles de granaderos y policías se lo impidieron.
Después de la Ofensiva del Tet vietnamita de febrero, de la primavera de Praga y del mayo francés, el 68 mexicano se inicio tardíamente cuando ya había transcurrido más de medio año. Pero del 26 de julio, fecha del inicio, al 2 de octubre, fecha de la masacre de Tlatelolco, transcurrieron 68 días que conmovieron y transformaron al país.

Un movimiento democrático e independiente

Ese viernes y el fin de semana que siguió fue el bautizo sangriento del movimiento. La represión que juntó a las dos marchas, la que venía del sur y la que venía del norte, ambas dirigidas hacia el centro de la ciudad, cobró los primeros muertos: nunca se ha sabido exactamente cuántos pero fueron varios los estudiantes caídos en esos días de furiosas batallas callejeras. Tuvo que intervenir el ejército que irrumpió, previo famoso bazukazo contra el portón, en el plantel de la Preparatoria Uno, donde se habían atrincherado algunos estudiantes.
Lo que siguió fue la mayor y espontánea movilización de juventud que se había visto en México. Jóvenes, no sólo estudiantes, desde los quince y dieciséis años hasta los universitarios veintiañeros, llenaron las calles de la ciudad de México con cinco gigantescas grandes manifestaciones centrales, decenas de mítines sectoriales y centenares de reuniones con brigadas propagandísticas que se expandieron por toda la ciudad y para fines de septiembre comenzaban a extenderse por los demás estados de la República.

La huelga estudiantil que estalló inmediatamente después de las jornadas represivas del 26 de julio y días posteriores, paralizó por completo a la UNAM, el IPN y a instituciones menores que se aliaron como la Escuela Normal Superior, la Universidad de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, El Colegio de México y otras.
Con dos delegados (a veces tres) de cada escuela o facultad en huelga desde los primeros días de agosto se constituyó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) cuya autoridad democráticamente conquistada jamás fue puesta en duda por ningún sector del heterogéneo movimiento. En los momentos más altos este organismo, un auténtico miniparlamento revolucionario, reunió más de 200 delegados.
El “pliego petitorio” que reivindicó el CNH, de hecho su programa, aparte de puntos menores sobre la destitución de policías y las indemnizaciones a las víctimas de la represión y a sus familiares, incluía dos puntos principales que constituían el eje político de su lucha democrática: libertad de los presos políticos y la derogación del artículo del Código Penal sobre la “disolución social” que era aplicado contra las actividades de oposición política al régimen.
Las corrientes políticas oficialistas (priístas, procristianas, etc.) fueron eliminadas inmediatamente del movimiento. Dentro del CNH no existían representaciones por organización política. De este modo, los sectores de oposición democrática y revolucionaria como el PCM, grupos revolucionarios de todo tipo (maoístas, trotskistas, guevaristas, etc.) buscaban que sus dirigentes fueran electos en las asambleas generales. De esta forma, en especial con los delegados de las facultades y escuelas superiores, se formaron las tendencias más importantes dentro del CNH. En general fueron dos: definidas más o menos libremente como la hegemónica y ampliamente mayoritaria (que agrupaba a los delegados de las escuelas más numerosas de la UNAM y el IPN), que buscaba el consenso unánime o por lo menos ampliamente mayoritario y la tendencia formada por los delegados de las facultades de Humanidades y ciencias sociales más a la izquierda. Fue en éstas donde surgió en el último periodo, días antes del 2 de octubre, la iniciativa de dotar al movimiento de un programa popular más amplio.

El desafío y la respuesta criminal

El movimiento estudiantil-popular mexicano duró más de dos meses. Cierto es que su dolorosísimo epílogo permeó finalmente su trayectoria histórica. No era para menos. En ese año de 1968 sólo en Vietnam, en plena guerra contra la ocupación del ejército de Estados Unidos, se derramó más sangre que en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
No obstante hay que remarcar que el movimiento fue un movimiento por la vida, por la libertad, por la democracia, por la confraternización social nacional e internacional. La juventud absolutamente mayoritaria de sus participantes determinó un aspecto lúdico que se pudo expresar en varias ocasiones, en particular en la fiesta nacional del 16 de septiembre realizada en el campus de la Ciudad Universitaria (CU) de San Ángel en la que la alegría y el espíritu festivo campearon libremente. Dos días después el ejército invadió el campus.
Este aspecto contradictorio es característico del movimiento. El tributo de sangre tan grande que el movimiento había ofrecido a su causa era ya impresionante antes del 2 de octubre, se contabilizaban ya en decenas de muertos. Este aspecto se explica por la profunda raigambre popular que adquirió desde el principio. Se trataba, se sentía, se consideraba que se participaba en unas auténticas jornadas de liberación y emancipación ciudadanas.
También esta es la razón última que explica la terrible represión del poder, represión que parece desmesurada, provocada por la patología enfermiza de un presidente cruel, rencoroso y con una mentalidad policíaca como era la de Díaz Ordaz.
No seremos quienes vamos a abogar por disminuir la criminal responsabilidad que tiene Díaz Ordaz como el jefe del aparato represivo. Sólo queremos enfatizar que, precisamente la larga duración del conflicto explica que la represión salvaje final del 2 de octubre realizada por cientos, tal vez miles, de soldados del ejército y elementos de las diversas policías del régimen, tuvo que ser muy pensada y reflexionada por los dirigentes del Estado, comenzando por Díaz Ordaz.
El régimen tenía asegurado el control de los grandes sindicatos, en Estados Unidos el presidente Johnson, amigo personal de Díaz Ordaz, lo que menos hubiera querido era un país en conflicto al sur de la frontera, la burguesía estaba firmemente al lado del régimen, el único partido importante después del PRI, el Partido de Acción Nacional (PAN) no apoyaba abiertamente a Díaz Ordaz, pero no hacía nada por evitar la represión, la actitud de abyección política del “socialista” Partido Popular Socialista (PPS), dirigido por el célebre estalinista Lombardo Toledano le cubría el flanco “izquierdo” al gobierno. La pregunta es evidente ¿por qué entonces la masacre de Tlatelolco contra un movimiento “meramente estudiantil” y, agregan otros, sólo “clasemediero”?
La explicación más socorrida es la proximidad de la Olimpiada cuya inauguración estaba programada para mediados de octubre. Ciertamente, este factor internacional pesó en la decisión del poder de aniquilar como fuera al movimiento. No se escamotearon los recursos de la represión para lograr que México pudiera ser el anfitrión deseable para los atletas de los Juegos Olímpicos. De hecho el 2 de octubre fue la culminación de un proceso de gran represión que se inició dos semanas antes con la invasión militar de la Ciudad Universitaria de San Ángel. Pero esa intervención militar no apaciguó al movimiento. La represión parecía impotente ante la reacción estudiantil. Después de la toma de la CU las batallas del Casco de Santo Tomás del Politécnico y de la Vocacional 7, que después de horas de lucha fueron ocupados por el ejército, mostraban que la combatividad estudiantil se agigantaba ante los golpes. Precisamente el 2 de octubre el CNH programaba una gran manifestación hacia el Casco de Santo Tomás que partiría de Tlatelolco para presionar la salida del ejército de dicho campus (después de que lo había hecho ya de la CU). A pesar que en el mitin del 2 de octubre desde su inicio se anunció que se cancelaba la manifestación programada para “evitar una provocación”, ese día había sido el escogido por el poder para desplegar la gran provocación que terminó con el movimiento.
Es evidente que el régimen no permitiría de ningún modo que el movimiento estudiantil pudiera aprovechar el gran espectáculo de los Juegos Olímpicos para su causa. Este factor fue importante para la toma de decisión que se hizo.
Pero en el trasfondo de los 68 días que duró el movimiento, el régimen siempre estuvo temeroso de que algo parecido a lo que había sucedido en Francia pasara en México. Es increíble, es cierto, pero así fue. Aunque el México priísta no se parecía prácticamente en nada a la Francia de De Gaulle, el fantasma de una unión de la rebelión estudiantil con las fuerzas de los proletarios rondó como una pesadilla desde el 26 de julio en la cabeza de los dirigentes estatales, de sus funcionarios, de sus plumíferos y del vasto aparato represivo que los sustentaba.
No estaban muy equivocados. En el CNH sectores de avanzada desde fines de agosto y muchos más en septiembre comenzaban a entender que era necesario que el movimiento se “desdoblara” hacia el pueblo. El estribillo “¡únete pueblo!” no era suficiente. En agosto comenzaron y en septiembre eran cada vez más frecuentes las numerosas comisiones de sindicatos, de corrientes sindicales democráticas e independientes e incluso de sectores campesinos que asistían a las reuniones del CNH. Se comenzaba a sentir que se necesitaba una nueva estrategia, un programa, un cambio de orientación. La cerrazón del poder lo exigía y la voluntad de triunfo lo justificaba. Precisamente el día de la invasión militar de la CU, la reunión del CNH tenía como uno de sus objetivos la discusión de un proyecto de programa titulado “Por la unión obrero-campesino-estudiantil” redactado por una comisión, cuyo representante fue detenido por los soldados y encarcelado en Lecumberri durante cuatro años.
La gran represión del movimiento estudiantil-popular de 1968 no impidió que el movimiento por democratizar a México se detuviera. Ciertamente sí lo retrasó. No se detuvo, siguió por caminos inauditos durante los siguientes cuarenta años. De hecho ese objetivo no se ha conseguido, estamos persiguiéndolo todavía.
Por eso es ya un lugar común admitir que el 68 mexicano representó un antes y un después de la historia del país. Que abrió el periodo histórico en el cual, en cierto modo, nos encontramos aún. Y a pesar de que pronto se cumplirán cuarenta años de esos 68 días del 26 de julio al 2 de octubre de 1968 que conmovieron y transformaron a esta nación, sus lecciones, sus ejemplos, su espíritu y su impulso están muy presentes en la jornadas que hoy definen la agenda de la lucha de los trabajadores y del pueblo mexicano por hacer de su país un México libre, democrático, soberano, igualitario e independiente.
México, DF, 15 de mayo de 2008
* Intelectual marxista, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Fue miembro del Comité de Lucha de la Facultad de Filosofía y Letras en el movimiento estudiantil de 1968. Fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y dirigente de la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado) de 1976 a 1986. Entre sus numerosos libros sobre la historia política mexicana, destacamos: "La crisis de la izquierda en México" (Juan Pablos, 1978); "El bonapartismo mexicano" (Juan Pablos, dos tomos, 1982); "Crisis y esperanza" (Juan Pablos, 1984); "El escándalo del Estado. Una teoría del poder político en México" (Fontamara, 2000). Es colaborador de Correspondencia de Prensa - Agenda Radical, en México.

No hay comentarios: